Al albor de la crisis, y como consecuencia del
cierre de numerosas fábricas, han proliferado en los últimos tiempos tiendas de
fin de semana especializadas en liquidación de productos de descanso, tales
como colchones, canapés, somieres y almohadas.
Con
unas agresivas y machaconas campañas publicitarias nos prometen precios
imbatibles en productos de primeras marcas –aunque nunca nos especifican cuáles
son dichas marcas-, productos que únicamente podremos adquirir un fin de
semana.
Llamados
por los atractivos precios y con el afán de cuidar nuestros maltrechos
bolsillos acudimos en busca del “chollo” prometido sin pararnos a pensar que
son más los perjuicios que los beneficios.
En
primer lugar, asumimos un riesgo innecesario, puesto que si solo es una tienda
que va a estar abierta un fin de semana si el artículo adquirido nos da algún
problema difícilmente, por no decir imposible, vamos a poder hacer valer la
obligada garantía que ha de acompañar al producto. ¿A dónde nos dirigimos para
reclamar? ¿Quién va a atender nuestra reclamación? La respuesta es obvia:
tienda cerrada, reclamación inviable.
En
segundo lugar deberíamos pensar que si el producto que vamos a adquirir procede
de los stocks de una fábrica que ha cerrado es prácticamente seguro que vamos a
adquirir un artículo fabricado hace mucho tiempo. De no ser así, significaría
que la fábrica vendía bien sus productos y por tanto no tendría necesidad de
cerrar. Quiere ello decir, por ejemplo, que si la vida media de un colchón es
de 10 años el que nosotros estamos adquiriendo no cumplirá tal condición pues
llevará varios años “muerto de risa” en el almacén. Una fábrica, es evidente,
no cierra en cuestión de meses, sino tras años de penurias.
Y,
por último, no hay que olvidar que la “lógica empresarial” tiene en el
beneficio su razón de ser. Por tanto, el “plan” es ofrecer algunos productos
con descuentos realmente interesantes, pero no así la mayoría, que tendrán
mínimas rebajas.
Por
tanto, parece evidente que acudir a estas liquidaciones ofrece más inconvenientes
que ventajas, excepto para algunos pocos afortunados que dan con los escasos
artículos de calidad, de igual manera que son también muy pocos los que
resultan agraciados con la lotería. La gran mayoría compra un décimo para acabar perdiendo. Y nuestro descanso no debería ser una
lotería.